21 de abril de 2009

Historia de una demonio

Desperté, en una sala oscura,
dónde no podía ver nada.
Me encontraba atada a una silla,
y amordazada.
Aún no salía de mi sopor cuando,
una figura invisible entre las sombras,
empezó a hablarme...

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Ponte cómoda.

Te voy a contar la historia de mi vida.

La mayoría de los seres humanos,
desearía no estar aquí ahora,
pero tu no tienes elección.

Corría el año 1867,
yo acaba de cumplir los 16,
ya estaba lista para encontrar marido y casarme.

Al menos,
en el Londres de aquella época,
dónde yo residía.

También estaba surgiendo un interés,
quizás mundial,
por las ciencias ocultas,
y los mundos de las sombras.

Y más era mi interés en esas,
ciencias,
que en encontrar un marido,
aún a pesar de la insistencia de mi madre.

Asistí a muchas reuniones,
ouijas y espiritismo,
pero todo eso,
me resultaba insatisfactorio,
no me completaba.

Hasta que un día,
me crucé con una mujer,
no muy mayor,
de inquietante atractivo,
que debió de observar mi cara de insatifacción,
en una de dichas reuniones,
pues al terminar ésta me dio una tarjeta,
y me ofreció ir a su casa esa misma noche,
prometiéndome que allí hallaría lo que siempre quise encontrar.

Y así hice,
fui a su casa.

Era una maravillosa mansión a las afueras de Londres,
tétrica y oscura, lo cual encontré encantador,
y en mi insaciable curiosidad no tardé en entrar.

Al tocar la puerta me atendió una preciosa chica,
de mi edad, desnuda y embellecida en oro,
de pálida tez, y con los ojos cerrados.
Mi interés, curiosidad e impaciencia,
me impidieron ver un detalle que ahora recuerdo,
que dicha chica tenía tanto los ojos como la boca,
cosidas con un fino hilo negro.

Me indicó con la mano el camino al salón principal,
donde encontré a mi anfitriona esperándome,
sentada en un gran sillón de terciopelo rojo.

Amablemente me indicó que me sentase en otro sillón,
del mismo tipo,
enfrente suya.

Empezamos a charlar sobre las reuniones esotéricas,
mientras una suave música salía de su gramófono.

Me realizó una serie de preguntas,
que me cuesta ligeramente recordar.
Me preguntó si quería conocer bien los secretos de la sombras,
y mientras tomaba el té con el que me había convidado,
le expresé efusivamente mi inmenso deseo por conocer todo lo oscuro.

No tardé en encontrarme somnolienta,
no me di cuenta a su debido momento,
que me estaba drogando en la bebida.

Me desperté maniatada y amordazada,
colgando del techo,
rodeada de velas negras encendidas,
sobre un pentáculo dibujado con sangre en el suelo.

Mi anfitriona, o quizás ahora debería llamarla, secuestradora,
giraba a mi alrededor recitando palabras que no reconocía en latín,
mientras la chica que me abrió la puerta esperaba desde un rincón de la habitación,
mirando hacia mi, con sus ojos cosidos.

El viento empezó a soplar con fuerza,
y a desaparecer la luz de la estancia,
a pesar de que las velas no se apagaban.

Empecé a sentir como cientos de manos,
acariciaban mi cuerpo,
apretaban mis senos,
y jugueteaban en mi vagina.

Fue una mezcla de placer,
y miedo,
que no podía parar.

Cada vez era mas intenso,
cada vez me manoseaban más fuertemente,
y de repente,
una voz gutural,
que no se de donde salió,
me preguntó,
si me entregaba a él.

Entre mi curiosidad,
mi miedo,
mi deseo de conocimiento,
y el placer sexual que me estaban haciendo sufrir,
grité un fuerte sí.

Entonces bajé al infierno,
el fuego me quemaba la piel,
cientos de demonias me violaban,
aquellas manos eran las suyas,
y enfrente mía,
un horrendo y enorme ser,
riendo,
gritando,
"ahora eres una de mis hijas".

No se cuanto tiempo pasé allí,
sufriendo un inmenso,
pero irónicamente placentero,
dolor.

Desperté en el suelo de aquella estancia,
en la casa de aquella mujer que me había ofrecido al infierno,
cambiada,
ya no era la misma.

Había disfrutado todo aquel dolor,
y quería seguir experimentándolo,
y hacérselo experimentar a otros.

Empezando por mi anfitriona.

A diferencia de mi,
que llevo mas de cien años,
vagando por el mundo,
ella no ha vuelto del infierno.

Pero empiezo a sentirme un poco sola sabes,
así que he decidido buscar compañía,
y por eso te he contado esta historia,
porque quiero que seas mi compañía.

Te ofreceré a mi padre,
para que te acoja como hija,
y seas mi hermana, compañera, concubina y pareja.

No te creas que tienes elección,
cuando te enfrentas a tales dolores y placeres.

No tengas miedo,
no tardará mucho.

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Mi desconocida interlocutora encendió una luz,
y pude verla,
una enorme figura femenina de extremada belleza,
tez azabache, y brillantes ojos rojos,
de magníficas alas negras y largos tentáculos.

Más mi visión poco duró,
pues abalanzó sus tentáculos sobre mi,
y fue la última vez que vi el mundo con esos ojos.

Fue la última vez que fui como era,
y a partir de esa noche,
y esa conversación,
cambié para siempre.

Ahora soy su hermana,
su compañera y concubina,
su pareja y amante,
en los placeres y dolores,
del infierno y el sexo.