Me siento a pensar,
observo ante mis ojos el andar de las centurias,
las costumbres abandonadas,
los países derruidos,
los humanos convertidos en polvo.
Polvo son y en polvo se convierten.
Soy consciente de mi inmortalidad,
observo las caras que crucé en mi camino,
las personas a las que le otorgué mi confianza,
aquellas a las que se la retiré.
Pero la inmortalidad...
tiene un precio...
finalmente, nadie queda a tu lado.
Todos perecen o se marchan a otro lugar.
Es el precio inevitable de la inmortalidad.
Pero no es el único precio.
No, cuando no puedes olvidar,
la inmortalidad es una acumulación constante,
eterna, de sentimientos,
tanto buenos como malos sentimientos.
El amor, la alegría,
el dolor, la pena,
un conjunto inacabable de datos,
información, sentimientos.
Inmortal.
Ese es mi precio.
Inmortalidad.
¿Quién quiere compartirla?
¿Por qué a veces aguantamos tanto?
Hace 5 años