13 de mayo de 2009

Rozen

La belleza de una flor
se encuentra no sólo en su forma
ni su olor.

Es el espíritu
de aquel que la admira
el que crea esa belleza.

La dulce sensación
de la caricia del viento
sobre mi piel
rodeada firmemente por tus brazos.

Qué es el amor.

Aquello que se consigue
sin querer ni pretender
y sustituye todo lo que somos
y creemos
por algo nuevo
distinto
y aparentemente extraño.

Dónde está la verdad
de este mundo
sino en el sentimiento
del corazón.

Esclava

Quiero dejar claro ante todo,
que ésta historia no la he escrito,
pensando en nadie nyu.

Es algo que llevo masticando en mi cabeza,
más de tres meses nyu.

No se si os gustará,
u os parecerá demasiado rara,
o demasiado provocativa nyu.

Tampoco sé si la continuaré o no.

Es una historia difícil,
y en la que he puesto mucho,
para escribirla nyu.

Bueno, espero que os guste:

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Abrí los ojos, y la fuerte luz de una lámpara florescente me cegó.
Poco a poco fui recuperando la visión, y me encontré en una amplia sala blanca.

Estaba tumbada, en una especie de cama, o sillón, no supe distinguirlo.
Me encontraba firmemente atada, y cualquier intento de moverme, sólo resultaba doloroso en mis ataduras.

Tampoco podía gritar, tenía algo puesto en la boca, que no me dejaba emanar el más mínimo sonido.

Poco después de despertarme, entró una chica en la habitación, supongo que por detrás mía, pues no vi por dónde lo hizo.

En el tiempo que dedicó a preparar una mesita, con una serie de herramientas, que no llegaba a ver, pude observar con detenimiento cómo era.

Alta, esbelta, de cabello rojo brillante, seguramente teñido.
Llevaba una especie de cadena de oro desde la nariz hasta la oreja, y un bikini en forma de triángulo dorado, acompañado de un tanga.
También llevaba brazaletes, pulseras, y perneras, como de minicolgantes, también de oro.
En sus pies, unas cuñas de corcho, doradas con una cuerda, bien apretada hasta el muslo, y un anillo en cada uno de sus dedos índice.

Lo que más me asombró, de su extraño y provocados aspecto, fue un collar.
Un grueso collar de oro, con un cascabel colgando, y grabado un nombre, que no me dio tiempo a ver.

Se acercó a mí, con una jeringa en la mano, y pude ver que tenía una especie de marca en la barriga, a la derecha del ombligo.
Intenté gritar en vano, y sentí rápidamente la aguja penetrando mi brazo.

Inmediatamente me invadió un curioso sopor, me sentía inmóvil, e incapaz de hablar, y todo el contacto de mi desnudo cuerpo, con el aire y la cama a la que estaba atada, me proporcionaba un extraño hormigueo

La chica comenzó a trabajar con sus herramientas, básicamente, una serie de agujas.

Lo primero que sentí fue como me colocaba algo en la oreja derecha, y luego una aguja me atravesaba la parte izquierda de mi nariz.
Fue una sensación extraña mezclada entre dolor y placer, supongo que por estar drogada.

La sensación se vio rápidamente extendida a ambos pechos, y posteriormente al ombligo.

Cuando pensé, que ya habría acabo, debió tocarle el turno a mi vagina, y el dolor, y a la misma vez, el placer, fue tan inmenso, que aún amordazada seguramente debió oír mi gemido, pues se giró hacía mi.

Otra chica apareció en la habitación, y colocándose de frente mía, empezaron a moverme en la camilla que me encontraba atada, hacia otra habitación.

Al adentrarnos en esta habitación, había dos chicas más. Todas vestían prácticamente igual, variando quizás el peinado, forma o color del bikini.

Reclinaron la silla, y pude sentir un cosquilleo en los pies, las piernas y los brazos.
Supuse, que me estaban vistiendo, o enjoyando.

Entre dos de ellas, me desataron y levantaron, y manteniéndome en pie sujeta de los brazos, las otras dos, me vistieron la ropa que no era práctico ponerme acostada en aquella silla, o camilla.

Ya no tenía nada claro, lo que estaba ocurriendo.

Me giraron hacia el otro lado de la habitación, fue bastante incómodo, no podía mantener la cabeza recta, ni sostenerme sobre mis propias piernas.
Mi peso, recaía en mis brazos, sobre las manos de dos de ellas.

Al girarme, me pusieron frente a un espejo, y atónita, pude ver lo que habían estado haciendo.

Me habían vestido exactamente igual que ellas, con distinto peinado, y el bikini en rojo brillante, igual que me dejaron el color del pelo.

El espejo, se abrió, como una puerta, y de ella salió una mujer, totalmente vestida de negro, y de ropa muy ajustada, con una brillante melena rubia.

Se acercó a mí, y levantándome la cabeza con dos dedos en la barbilla, susurró "ahora eres mía, Shizu".

Una de las otras chicas, le dio un collar, como los que llevaban todas, que tenía escrito "SHIZU" en una letra manuscrita bastante bonita.

No entendía lo que estaba pasando, el miedo recorría cada fibra de mi cuerpo.
Por qué estaban haciendo eso, por qué me habían drogado, y vestido como ellas.
Qué significaba ese nombre, ese collar.
Quién era esa mujer.

Me puso el collar, y lo apretó con firmeza. Oprimía.
Me quitó la mordaza, pero por más que quise gritar, la droga, me impedía emitir el más mínimo sonido.

La última chica, le dio una vara de hierro, que se encontraba al rojo vivo.
Empecé a hacerme una idea. La marca en el estómago de estas chicas.
La vara al rojo. No tardé en darme cuenta, de lo que tampoco tardó en ocurrir.

Puso la vara al rojo vivo en mi estómago.
El dolor fue muy intenso. Más grande que nada de lo que había experimentado hasta el momento.
Y por la droga, así fue también el placer.

Eso me confundió mucho. Dolor, y placer.
Todo el dolor que me causaba me proporcionaba un placer similar o mayor.

Me soltaron, marcada y con collar, poco a poco, y quedé de rodillas, mirando al suelo.

La misteriosa mujer, sin inclinarse ni mover un ápice, dijo con firmeza.
"Ahora, eres Shizu. Ahora eres mi esclava. Y de ahora, en adelante, yo seré tu Maestra"