Camino a la felicidad

El Sol deslumbrante,
me despierta a través de las cortinas.

Domingo...

No deseo levantarme,
pero la naturaleza no me deja opción.

Me incorporo en la cama,
y suena el móvil,
un mensaje,
una amiga,
que si se me apetece quedar.

Ni le contesto,
después de lo ocurrido,
no quiero ver a nadie,
más que a mi propia soledad.

Ruido,
voces,
mi familia está despierta.

Tampoco deseo su compañía,
así que cojo la primera ropa que encuentro,
y marcho,
ipod en mano,
sin destino.

Salgo por la puerta,
me llaman,
hago caso omiso,
y sigo mi camino.

Las sombras de los árboles,
se me hacen enormes hoy,
en mi camino a la estación,
sólo encuentro tristes hojas marchitas,
crujiendo bajo mis pies.

Eterna espera por el metro,
desesperación por subir al vagón,
una, dos, tres y cuatro paradas,
y me bajo.

Conozco el sitio,
pero ando sin rumbo fijo,
caminando,
con celeridad.

No hay árboles en esta zona,
sólo mi sombra me acompaña.

El rastro,
me introduzco entre la gente,
asqueada por su compañía,
empujando y subiendo,
deseando salir ya de allí.

Una voz,
grita mi nombre,
aquella amiga,
la ignoro,
sigo subiendo,
sigo caminando,
sigo corriendo,
hacia algún lugar,
dónde ya no esté asqueada.

Las horas pasan,
el Sol asciende su recorrido en el cielo,
y yo no encuentro meta.

Mis piernas sienten el cansancio,
finalmente,
un puente,
vacío,
alto,
nadie a los alrededores.

Siento una necesidad,
me subo a la barandilla,
extiendo los brazos,
y dejo que el viento,
acaricie cada rincón de mi cuerpo,
en mi camino hacia la felicidad.